Estudiantes del curso Espíritu Santo Presencia y Acción A+S vivieron una profunda experiencia de servicio
Los jóvenes colaboraron con 3 organizaciones socio comuntarias de Santiago y desarrollaron servicios ecológicos y sustentables, impactando positivamente a su entorno.
“Aprendí tanto de la importancia del servicio y el estar con otras personas, que me hizo repensar mi desarrollo de línea profesional. Por ejemplo, dedicarme a la farmacia comunitaria. Esta experiencia te hace cambiar la perspectiva sobre cómo desarrollarte profesionalmente”, asegura Vania Villagra, estudiante de 5° año de Química y Farmacia UC, tras participar del curso Espíritu Santo, Presencia y Acción A+S.
Este curso es un TTF, que ofrece la Facultad de Teología a los estudiantes de la UC, cuyo objetivo es que ellos y ellas apliquen los conocimientos trabajados durante el semestre con una intervención comunitaria y desarrollen, así, el aspecto de la misión de la Pontificia Universidad Católica de Chile: “formar profesionales de excelencia para el servicio del país”, a través de un proyecto de servicio solidario. Además, cada uno de los proyectos, fue guiado e inspirado desde un Don del Espíritu Santo. Promoviendo, así, la formación de profesionales que busquen la verdad desde el diálogo, la razón, y la fe.
Para cumplir con estos propósitos, el curso se sustenta en la metodología A+S (Aprendizaje y Servicio), que busca que los estudiantes tengan un rol activo y central en el proceso de enseñanza aprendizaje. “La UC trabaja desde hace 17 años con la metodología A+S y lidera las universidades católicas que lo utilizan. Pretende que los contenidos sean aprehendidos a través de un servicio que se realiza en una comunidad con un socio comunitario. Por ello, al binomio clásico profesor- estudiante se le suma un tercer actor, el socio comunitario”, indica Rosa Yáñez, académica de la Facultad de Teología.
Agrega que, debido a la urgencia climática y a la orientación hacia la sustentabilidad, que promueve la universidad, el proyecto de servicio se orientó a generar una propuesta para dar soluciones medioambientales a diversas comunidades.
A su vez, el curso busca que los estudiantes potencien un trabajo interdisciplinario en el proyecto, “de tal forma que logren descubrir los beneficios de vincularse con sus pares de otras carreras y con los socios comunitarios, ya que el proyecto de servicio parte de una necesidad concreta que los estudiantes hayan detectado y que sirve de base para diseñar un proyecto de impacto positivo en la comunidad”, concluye Yáñez.
Este año, los estudiantes se vincularon con 3 agrupaciones socio comunitarias: parroquia Nuestra Señora del Asilo del Carmen (Barrio Yungay), parroquia San Francisco de Borja de La Florida y parroquia Santa Bernardita de Providencia. Los principales servicios que implementaron estuvieron centrados en generar iniciativas vinculadas al reciclaje de desechos orgánicos, huertos, trabajo en colegios, entre otros.
“Fue algo nuevo para mí, no sabía mucho y aprendí mucho. A nivel profesional fue una buena experiencia, porque reforzamos, en la práctica, la importancia de organizarse para lograr un objetivo común y hacer el trabajo; cumplir la meta”, cuenta Sebastián Albornoz, estudiante de 3° año de Ingeniería Civil Mecánica UC. Junto a su equipo implementaron un huerto móvil para la comunidad de la parroquia Nuestra señora del asilo del Carmen de Santiago (Barrio Yungay).
Agrega, que siente que con el proyecto la comunidad vinculada a la parroquia podrá fortalecer sus lazos, “porque el huerto los hará comprometerse en su cuidado y mantención, lo que los beneficiará a todos”.
Para la estudiante Vania Villagra, la experiencia fue fundamental ya que les enseñó a acercarse a las personas, conocer su realidad y necesidades, para luego plantear una solución. Su grupo implementó un huerto sustentable en la parroquia San Francisco de Borja de La Florida, quienes ofrecen almuerzos a adultos mayores del territorio. Cuenta que ellos y ellas se abastecen de donaciones de la feria y por lo mismo, el proyecto que desarrollaron es una buena idea para que en el futuro no dependan sólo de la caridad o solidaridad, sino que desarrollen la auto sustentabilidad para nutrirse. “Nosotros somos un segundo en sus vidas y la idea era que ese segundo fuera trascendental. Creo que les pudimos dar un apoyo más humano, darles compañía. Nos dio un rumbo de conocer la realidad a la que uno como profesional tendrá que salir a enfrentar y desarrollar desde lo laboral”, concluye.
Por su parte, Justine Leseigneur, arquitecta y especialista en sustentabilidad y desechos orgánicos, se sumó al proyecto que desarrollaron los estudiantes en la parroquia Nuestra Señora del Asilo del Carmen (Barrio Yungay). Agradeció la oportunidad de compartir conocimientos con los estudiantes y el haber desarrollado un trabajo mancomunado que finalmente, beneficia a todos quienes participaron. “Fue una experiencia muy grata. Hoy, los jóvenes son de una generación digital. No están conectados con la realidad física y tener este momento de conexión con la realidad física aportar a una necesidad, entender de una forma genuina que hay que aportar a algo, es gratificante. La capacidad de conectarse con las personas, desarrollar la capacidad de diálogo se agradece. Trabajar con grupos humanos tiene sus dificultades, pero ellos lograron esa transversalidad, a pesar de que eran de diferentes carreras, y hacer un aporte. Es importante que se vinculen con la realidad, para que entienda de que pueden aportar desde diferentes ámbitos. De que hay otros espacios donde relacionarse con la comunidad, aportar y recibir”, concluyó.